miércoles, 4 de julio de 2012

Ocho días a la semana


Ocho días a la semana
I

Me desperté por la mañana como de costumbre, para iniciar una nueva jornada. Eran las 7 en punto y me había adelantado a mi despertador que ya comenzaba a sonar, en mi cabeza  retumbaba parte de la canción que se estaba oyendo y solo me podía concentrar en que era lunes otra vez.
         -No debí haberme acostado tan tarde.
Claro, era la afirmación que todo el mundo se hace cuando sabe que esta haciendo algo y sabe que al día siguiente se va a arrepentir, es como el clásico “no tomo más” pero  todos sabemos que eso nunca ocurre.
En el cielo se notaba que iba hacer un mañana agradable de esos que particularmente me agradan, se distinguía un ambiente tranquilo con una brisa amena, acompañado claro, de los primeros sonidos de vehículos que iban camino a sus quehaceres. En ese momento yo ya estaba levantando vía a la ducha, para ir a la universidad, como es típico de mi, tome un largo baño sin pensar demasiado en el tiempo y recibiendo aun los efectos del post-despertar. No pude evitar sentir cierta nostalgia extraña en mí, al hacer un auto análisis, me di cuenta de tantas cosas que habían cambiado en mi vida, justo en aquel momento, me atravesó un flashback y tome conciencia de que ya era hora de salir del agua, ya tendría tiempo para auto criticas camino a la facultad.
Prendí el televisor para que me acompañara mientras me alistaba para salir de mi hogar, daban los clásicos buenos días y como esperaba se anunciaba un día agradable con temperaturas bajas, así que decidí vestirme con mi característico polar negro y unos jeans que estaban tirados del día anterior. Gire mi cabeza y me sorprendí por ver la hora:
       -¡Mierda, son las 7:40, otro día sin desayunar!
Rápidamente tome mis cosas de la mesa y puse camino a la puerta para ir al metro. Mis tripas resonaban del hambre, suspire, y con una pequeña carcajada  dije:
   -¡Típico empezar de semana!


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